Y DE LAS MONTAÑAS AL MAR

Al día siguiente partimos en autobús hacia Shirakawa-go a pasar la mañana por allí. El pueblo también era súper turístico, pero su fama era bien merecida. Parecía el típico pueblo de los cuentos, con sus casas con vigas de madera visible, tejados hechos con ramas, y todos con su cultivo de arroz y su jardín alrededor, hasta a los lugareños parecía que los habían puesto ahí para adornar, era todo muy auténtico. Además, al estar en plenas montañas, se podían recorrer sendas muy fáciles y cortas por los alrededores. Eso sí, aquello era una procesión de gente, porque además coincidió con un día festivo en Japón, y aquí también hay mucho dominguero, aunque los de aquí llevan mejores cámaras.

A mediodía, después de habernos recorrido el pueblo y parte de los alrededores, subimos al siguiente autobús, que nos llevaba a Kanazawa, la ciudad con uno de los jardines más famosos del país, Kenroku-en. Antes de visitar el jardín, fuimos a dejar las maletas a la “Guest-House Namaste”, donde nos quedábamos esa noche. Al llegar nos recibió el dueño de la casa, un surfista japonés muy simpático que se llamaba Makoto…Makoto! Makoto! Makoto el de la moto!

La casa era muy grande y estaba muy bien montada, todo estilo japonés, con sus puertas correderas, sus florecitas y grullas pintadas en las paredes, sus tazas del váter con botones…y sin camas, una vez más tocó dormir en tatami, qué bien! Pero los tatamis no eran para hacer judo y kárate? pues no, también son para dormir. No sabemos cómo los japoneses pueden caminar tan erguidos si duermen en tatamis, nosotros íbamos ya como el Pozí.

Nada más dejar las cosas y hablar un rato con Makoto! Makoto! Makoto el de la moto! nos fuimos al castillo que había en lo alto de la ciudad y al famoso jardín Kenroku-en. El castillo estaba muy bien, muy bonito, pero más impresionante aún era el jardín, todo lleno de flores, lagos, cascadas, puentes de madera, y hasta una garza real pescando en uno de los lagos.

Después del jardín, ya de noche, dimos un paseo por la ciudad y tuvimos la suerte de encontrarnos con una celebración en otro jardín, en la que habían llenado todo con velas y luces de colores por el suelo. Después nos enteramos que lo que se celebraba era la primera luna llena de otoño.

Volvimos a la Guest House y preparamos todo para el día siguiente, en el que ya nos acercábamos a la región de Kansai, la cuna de la cultura tradicional japonesa.

One Reply to “Y DE LAS MONTAÑAS AL MAR”

  1. Hola amigitos!!! Vaya viaje os estáis marcando. Acabo de leerme todas vuestras etapas del tirón… Muchas gracias… me he imaginado vuestros caretos en cada momento! y me lo he pasado pipa.
    A seguir buen viaje y un besote y un fuerte achuchón (de los que sé que os gustan, sobre todo a Alfon)

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