La Madre Teresa decía que no hay mayor pobreza que la soledad.
Maldito yo que castigo con mi indiferencia a los que no perdono. Maldito mi orgullo, mi rabia y mi abominable miedo a la soledad. Algún día pararé, lloraré y contaré los minutos de alegría que no he dado.
Lugar: New York City – Estados Unidos