La semana pasada me crucé con Ángel Cano; hacía años que no le veía; lleva una barba que asusta a los niños y una sonrisa debajo. Ángel fue un patito feo, le dieron mucha caña en el cole; era tímido, ordenado y blanquito.
Estuve a punto de darle un abrazo, te lo prometo, y decirle que a veces me acuerdo de él, de lo fuerte que fue. Pero sólo nos preguntamos qué tal todo, todo bien, y no nos dimos ni la mano.
Encontrarte con patitos que siguen siendo feos pero que ahora son felices te alegra el paso, pero a la semana te descubres un ruidito en el pecho que no sabes si es la rabia de no haber podido ayudarle hace tiempo o la de no haber sido capaz de saltar a su charca el otro día.
Lugar: Tidbinbilla – Australia